'Mi tía me abrazo. Me dijo que tenía que ser fuerte, que eran cosas que pasaban, que las cosas malas siempre están y hay que superarlas. Por primera vez hablé con mi tía del tema de la comida. Mil veces ella me había acompañado a rehabilitación o me había llevado al médico y lo único que me había dicho es 'yo no te voy a preguntar nada, si vos querés me vas contar'. Siempre me respeto, era hora de que le cuente que me pasaba. Quería que ella me entienda. Que entienda que yo no quería hacerle mal a nadie, sólo a mi. Quería que entienda que nunca había sido esa nena feliz que aparentaba ser, que desde chiquita me caía a pedazos. Quería que sepa que nunca había sido su 'conejito' (así me llama ella) fuerte y decidido. Sino que más bien era débil y estaba confundida. Le conté que yo no había dejado de comer para ser flaca, ni siquiera había decidido dejar de comer. Simplemente pasó. Yo no quería ser una modelo, de hecho nunca en la vida me había interesado el cuerpo, siempre había sido la más flaca de donde iba y no era algo que me importara. Le dije que quería desaparecer, que me sentía sola, que era un parásito y había dejado de ser yo para convertirme en los demás. Que mi cuerpo estaba vacío y sólo se ocupada de hacer que la mochila que llevaba pesara más. Ella me escuchaba y entendía, o trataba de entender. Yo lloraba y rogaba porque todo sea una psadilla y mañana me despertara en los brazos de Ezequiel o en casa'
Capítulo XXV: Mi Holocausto Personal.
Capítulo XXV: Mi Holocausto Personal.